domingo, 21 de agosto de 2011

Capítulo cuarenta y uno. Deseo que te guste

- Mamá, por favor, déjame que me lleve dos. ¡Enrique y Patricia!

La pequeña miraba a su madre con ojos grandes, iluminados y vidriosos por la frustrante ilusión de querer llevarse dos pequeños bebés de juguete y no lograr conseguirlo. Mientras tanto, la mujer se debatía entre callar la rabieta que su hija llevaba montando largo rato en la tienda pagando unos euros más, o educarla como realmente debía hacerlo y soportar de nuevo los berrinches, los reproches y el llanto de una niña que ella sabía, había malcriado.

En el mismo lugar, dos chicas se miraban y sonreían por la situación. Una de ellas apuntaba otra venta más, sospechando que quizá debería esperar por si en un par de minutos había que sumar un muñeco al total. La otra se encontraba apoyada al otro lado del mostrador mientras jugaba con el móvil entre sus manos. Lo abría, lo cerraba. Miraba la hora, le daba la vuelta y sonreía como una tonta al ver la etiqueta que había cogido de esa misma tienda hacía apenas unos minutos. “Deseo que te guste”, rezaba.

Un par de días más tarde seguía jugando con su viejo teléfono móvil, dándole vueltas una y otra vez para comprobar que esa etiqueta dorada seguía en el mismo sitio en el que la había colocado bajo la mirada divertida de alguien especial. Extrañada, quiso analizar todos y cada uno de los pensamientos que la rodeaban aquel día. Fue incapaz. Intentó recordar, pero no, jamás se había sentido así. Después de todo lo vivido, después de dejar escapar una buena oportunidad… y ahí estaba.

Sentía.

Eso era lo que pasaba. Había sentido. De verdad. No sabía cómo, ni por qué ahora, después de tanto tiempo, pero así había sido.

Y su mente sólo podía reproducir una frase coherente.

Deseo que te guste.

Definitivamente sí, le había gustado.

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