El aire
entra con dificultad en sus pulmones. Se vuelve denso cuando los cascos dejan
de aprisionarle el cerebro y se enfrenta a todo lo demás.
Música.
Aún recuerda
el sonido de las cinco cuerdas de aquella guitarra desafinada –la tercera,
quizá la segunda, se había roto por el desgaste-. Y el tacto en sus dedos. La
madera. La respiración impaciente de quien le pareció, sintió celos de esas
cinco cuerdas que en ese momento rozaban sus yemas.
Quiere que alguien
pueda regalarle esas púas que guarda en una cajita de plástico. Se las
cambiaría por todas las caricias que le debe.
“Ve y díselo a la gente, qué fuimos en la habitación.”
Rojas.
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