Eres las veces
que te pienso.
Eres, también,
la música que abrasa
mis oídos
y te clava,
a golpes,
en algún remoto,
recóndito
e insignificante lugar
[que jamás encontraré].
Eres.
Y tanto eres
que eso que eres se me escapa,
revolviendo mis noches,
mis sueños y hasta
mis momentos íntimos.
Y eres, también,
en estos días cuyo tiempo
no tiene medida
y pasa lento y veloz, todo a una,
hasta los apuntes, que no son
sino tu nombre escrito mil veces,
y subrayado cien
en amarillo.
Eres, eres todo
y también más.
La goma
con la que borro tu nombre,
las mañanas de estudio,
y las tardes, y las noches de nuevo.
Y el día siguiente. Y los mensajes de texto,
borrados.
Eres la bebida energética
que me consume.
Y la tila que no me ayuda.
Y el chocolate, y las respuestas
que no me sé.
Eres mi examen.
El de mañana y el que tendré
en unos días.
Y el que no paro de suspender
durante toda mi vida.
Eres…
eres
el
examen
para
el que nunca me preparé.