martes, 21 de septiembre de 2010

Capítulo doce

Son las cinco de la tarde. Por la ventana entra un sol espléndido, a través de las cortinas improvisadas que he colgado, cada una de colores diferentes. Las observo y veo pasar entre ellas y yo el humo de un cigarrillo que se consume en el cenicero, sobre la mesa. Hace calor. Esta mañana al levantarme pensé que sería un día frío, un triste y frío día de otoño. Pero ahora, casi desnuda frente al ordenador, veo que no. También pensé que pasaría el día inquieta, sobre todo tras la cita con el médico. Pero no, parece que todo me importa una mierda. Lo cierto es que no fue tan grave como imaginé, del futuro me preocupo más bien poco, al menos en este preciso instante. Antes… antes el mundo se me caía encima.

Ahora no sé muy bien qué hacer, ya me he leído un libro y he ojeado algunos poemas de Iribarren. Se me agria el humor, como sucede en ocasiones, cuando leemos verdades como templos que somos a menudo incapaces de asumir.

No sé si seguir leyendo, o seguir fumando mientras miro las improvisadas cortinas de mi habitación. También podría echarme a dormir, he dormido poco. Debo dinero y las horas pasan demasiado lentas. Y en la cama da el sol, y está ardiendo.



Chío Beloki

No hay comentarios:

Publicar un comentario