jueves, 30 de diciembre de 2010

capítulo veintitrés

Por fin estás aquí. Has llegado y has empezado a hablar sin parar, a contarme tus cosas, a pedirme opinión. Y yo, mirándote, asiento e interrumpo tus monólogos para aconsejarte, corregirte e incluso reñirte.

Y sigues hablando. Continúas narrando cada segundo de cada cosa que te ocurre, de cada una de tus vivencias. Yo, en mi lugar de receptor, sólo puedo alegrarme de ser tu confidente, de que te guardes esas cosas sólo para mí.

Podríamos pasar así horas. Al menos yo estaría dispuesto a ello. Sería capaz de escucharte sin pestañear por no perder un segundo mirándote, observando tu cara, tus gestos, tu sonrisa y tus ojos, cuyo color se convirtió en mi favorito desde el primer día que te vi.

De vez en cuando enciendes un cigarrillo. En ese momento comienza todo un ritual del que tú eres partícipe pero no consciente. Por cada calada que das mi imaginación va más lejos de aquel lugar en el que estamos tú y yo. Cada vez que acercas tus labios rojos a la boquilla, tiñéndola de ese color, deseo ser ese filtro que retienes apenas un segundo en la entrada de tu boca.

Y sigues hablando. De ella. Siempre está ella. Y yo, odiando su nombre e incluso su existencia, no puedo más que desear que tú hubieras sido de otra forma, o que yo hubiera nacido diferente.

De repente, al terminar una de tus historietas, pareces percibir algo raro en mí. A pesar de haber intentado disimular me has pillado, me conoces mejor que yo mismo.

- ¿Qué te pasa? Estás serio hoy

Que me encantas, que me encanta tu sonrisa, tus ojos, tu cara… que adoro tu voz, tus manías al hablar, tus expresiones, tus torpezas. Que me pareces una mujer preciosa. Tu cuerpo, tus piernas, tus manos… Que me haces la persona más feliz del mundo a veces, pero también puedes hacerme sentir el ser más desdichado. Que te amo. Que necesito que me quieras, porque yo te quiero. Te necesito, mucho.

- Nada, tengo un día algo raro, ¿qué más? – pregunto ansioso

Y de nuevo sacas alguna que otra aventurilla de la chistera. Otra vez me mantienes entretenido largo rato, observando tu cara, tus gestos, tu sonrisa y tus ojos.

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